En mi anterior post hablaba del luto tras una ruptura en relaciones de amistad. Y hoy me he dado cuenta que, eso que escribí algunos días, era porque yo misma me estaba intentando decir algo.
A lo largo de mi vida he ido dejando a gente por el camino. Gente con la que me sentía más conectada y gente, sin más. A veces porque nuestros caminos se separaban de forma natural y otras veces porque nosotras mismas hemos forzado una situación que ha hecho que dejemos de estar juntas de forma más agresiva e incómoda.
Para mí, esto es, y aunque suene fuerte, como cuando alguien que quieres mucho muere en un accidente de tráfico. No te lo esperabas y no has podido despedirte de esa persona. El dolor es tan fuerte, que a veces no conseguimos ni asimilarlo y nos quedamos en shock y no sabemos gestionarlo, ni en el momento, ni años después. Esto ocurre porque pensamos que hace falta despedirnos físicamente de esa persona, darle un abrazo y decirle lo mucho que vamos a echarle de menos cuando ya no esté.
Con el tiempo he aprendido que:
1. Debemos decir todos los días cómo nos sentimos hacia las personas y expresar nuestro amor por ellas. Vivir todo de forma intensa y profunda, si es así como lo sentimos.
2. Las despedidas son necesarias. Son una necesidad básica de los seres conscientes como somos los seres humanos. Pero no necesariamente tienen que ser físicas para que nuestra alma se libere.
Me explico.
En mi vida, he tenido tres rupturas de amistad que han marcado un antes y un después. Una de ellas hace más de 10 años, otra hace 2 y otra en los últimos meses.
Mi manera de desahogarme ha sido siempre contándole a mi círculo cercano qué es lo que ha pasado y cómo me siento. Siempre he sido consciente de mi responsabilidad afectiva y nunca me he quitado culpa si la he tenido, pero tampoco me he lapidado por ello, o por lo menos no lo he exteriorizado.
Curiosamente, he seguido soñando con estas tres personas de manera esporádica. A veces discutíamos en los sueños, y otras veces, simplemente pasábamos un rato riendo o contándonos la vida como hacíamos cuando formábamos parte de la vida de la otra. Hoy he soñado con la persona que salió de mi vida hace más de diez años, y al despertar, me he dado cuenta de que nunca me despedí de ella. Nunca le di un último abrazo. Nunca le di las gracias por el tiempo que habíamos compartido juntas y todo lo que había aprendido a su lado. Digo que me parece curioso, porque cuando se ha tratado de relaciones amorosas, me he sentido mucho más libre para decir o hacer lo que sentía y para despedirme de esas personas de forma más madura y emocional.
Ho he decidido tomarme un momento para despedirme de ellas. Les he dicho todo lo que no les dije en su momento. Las he abrazado y les he deseado lo mejor para todo lo que les venga. Y se han ido dándose la mano y alejándose de mí.
He sentido que algo se separaba de mí. Una sensación de pesar un kilo menos, literalmente. Y todo por haber cerrado ciclos, porque las he dejado ir. Es muy importante.
Eso y despedirse. Aunque no sea físicamente.